Drimys Winteri, la bella india Selk’nam
 
Patricio Manns  
         
 

... “La memoria y la capacidad de autocontrol de un chamán son netamente superiores al promedio de los otros individuos de una colectividad... pueden practicar la ascensión, la levitación, el vuelo mágico, la invisibilidad, la desaparición...estas técnicas son precristianas... el Hombre Primordial, que vivía en otro tiempo, no conocía ni la muerte, ni el sufrimiento ni el trabajo...tras una gran catástrofe, las comunicaciones entre el Cielo y la Tierra fueron interrumpidas...entonces el hombre recibió su condición actual, que está constituida por su temporalidad, su sufrimiento y su muerte.(”El Corazón A Contraluz”, Pág. 240-241)

 
         
  Drimys Winteri, la bella india Selk’nam, que medía un metro ochenta, tenía el pelo blanco desde los trece años, y dominaba cuatro lenguas europeas y cuatro lenguas indias. Ella era chamana, vivía desnuda, marchaba sobre el fuego, trepaba por el chorro de las cascadas, imitaba el lenguaje de los delfines, podía aparecer y desaparecer, y tenía una muy personal concepción del universo. Los misioneros bautizaron así a la joven por ser el nombre de la 'magnolia salvaje' de Tierra del Fuego, el Canelo. La bella Drymis vivió tres años junto a Popper y la obra de Patricio Manns plasma dicha relación. Drymis winteri
         
  "Canción de las piedras flotantes. Tanto tiempo llevaban los Selk'nam en el Onasín, que cantaban en su lengua canciones de raro contenido. Se trataba de músicas y textos que escapaban al conocimiento, y aun, al análisis del más pertrechado de los hombres. Esto fue así antes que nada, porque el conocimiento y el análisis ni siquiera sospechaban la posibilidad de aquellas canciones, y, en consecuencia, la emoción o las experiencias que les dieron vida. En alguna oportunidad, Winteri se esforzó por atraer la atención de Iuliu hacia la obsesión de sus cantos extraños, que ella pugnaba por hacerle escuchar. Sin embargo, el devastador se resistía tenazmente. Al parecer, por su sangre no navegaba ningún soplo de música, y personalmente, él mismo se mostraba incapaz de articular una sola nota. Desde el punto de vista de la música, "El Páramo" fue un páramo, con una breve y dramática excepción. Pero más tarde, en otro esfuerzo, Drimys Winteri tradujo ciertos textos antiguos. Uno describía, por ejemplo, la destreza y la conmoción del Chamán en el acto de varar una ballena, que era la forma más práctica de alimentar a los Selk'nam en tiempos de hambruna. Otro hablaba de la paulatina fuga del hielo hacia el sur, lo que los geólogos modernos conocen con el nombre de desglaciación. Este fenómeno era descrito en la canción como si el cantor lo hubiera presenciado. Un tercer texto abordaba la salvaje visión de tierras que surgían del mar para formar cordilleras, islas o promontorios. La quintaesencia de lo sorprendente lo constituía el de aquella que Drimys conocía mejor o tal vez amaba más. Se evocaba en el texto una muy antigua primavera que habría despuntado en el sur del sur, sobre el país de los hielos eternos. En los hielos eternos del sur se sitúa la Antártida, por lo cual cabe colegir que la canción describía otro remoto período de tiempo, probablemente aquel que sigue a la glaciación conocida como de Würm. Comenzaba extasiándose ante la subida de las aguas marinas, pero también la emergencia de tierras, poco antes cubiertas por coronas de hielo. Luego describía el "puente de tierra" que unió las postrimerías rocosas continentales -el grupo de las Islas Wollaston, donde se encuentra el Cabo de Hornos-, con "el lugar o el país de las piedras que flotan", es decir los témpanos antárticos. Probablemente el análisis de estos poemas hubiera sorprendido de mal modo al rumano, pues, sobre todo en sus conferencias y escritos, rara vez aceptó situar a los Selk'nam siquiera en la periferia de la comunidad humana. Cuando lo hizo, ello fue producto de un cálculo destinado a mejorar su imagen pública ante la cofradía intelectual argentina, tras su primera disertación, donde, con abundancia de detalles describió su primera matanza Selk'nam, apoyando sus asertos en dos fotografías. Para él, fueron salvajes que necesariamente debían desaparecer, en aras del progreso, o ser asimilados y controlados por las Misiones Salesianas y Anglicanas de Tierra del Fuego. Sin embargo, un día que Julio Popper, desnudo, tomaba el sol en la playa de Fata Morgana, y Drimys Winteri escarbaba dulcemente los vellos de su vientre, ella cantó. Primero suave, gutural, con la entrecortada asimetría de la sintaxis Selk'nam, que va produciendo en el decurso del hablar o del cantar, ciertos espacios de silencio de distinta duración, por lo cual el oído recoge una síncopa extremadamente audaz, una forma de síncopa que lleva en sí misma la ruptura de otra síncopa. Por la canción de Drimys pasaron las extensas piedras flotantes. Plantando una tienda en la superficie lisa de la más ancha de todas ellas, su milenaria familia habría regresado navegando desde el extremísimo sur. Encima de la gigantesca barca de hielo cruzaron pájaros que huían hacia el Polo porque allá el sol había cobrado la soberbia del fuego. En la cubierta, de un intenso verde transparente, caían albacoras retorciéndose y crecían algas comestibles. La lluvia era tibia y potable. Después de cruzar la montañea roja de Kuanip -hoy llamada Monte Haberton- los Selk'nam que venían del Círculo Polar Antártico, desembarcaron. Sus pies hollaban ahora el renacido espacio de la vieja aventuranza y la nueva ruta abierta por las tierras emergentes que formaban un camino hasta el fin del mundo y aún más allá. Poco a poco las palabras se cubrieron de flores que crecieron en las hondonadas lentamente liberadas de las garras del hielo, flores que se inventaron a sí mismas, carentes de memoria genética. "-Qué cantas?- balbucía el pálido jinete, derribado sobre la piel de huanaco por un golpe de sol, pero sin escuchar, sin querer saberlo realmente, apenas tumbado contra la intensa superficie bruñida de Fata Morgana, ese múltiple espejo de arena endurecida en que los pájaros parecían volar por encima y por debajo. Drimys Winteri contenía el áspero misterio de su canto y decía que su padre recibió esa canción del suyo, aquél del suyo, y así, en infinita sucesión de lenguas y de tiempo, la canción se había posado en sus labios como en una jaula, y ella había aprendido a guardar ese bello pájaro enigmático, porque venía de tan lejos que ningún idioma lograría describir jamás el punto en que levantó vuelo: ese punto era probablemente el revés de la eternidad. Al comienzo, proseguía, la canción fue visible, pero con los milenios, la imaginación de las sucesivas generaciones que la entonaban se cegó, y ella se transmutó en enigma, enigma que nadie desamarraría ya. "-Qué enigma?- balbuceaba el dormido cazador de los restos de la raza Selk'nam. Y Drimys Winteri repitiendo que el enigma era la canción de las piedras flotantes, del largo puente de piedra que llevaba al fin del mundo, y un poco más allá, al comienzo del mundo, de las flores de corolas anchas y perfume frondoso que el hielo había amarrado con tenaces púas de alambre en un muy espeso punto del pasado, allá donde ni siquiera en barco podía llegarse, ni siquiera a caballo, ni siquiera en pájaro. Apenas con los ojos cerrados, continuaba cantando esa canción que fluía derecho del ombligo de la memoria Selk'nam, la memoria colectiva de la raza extinguiéndose. Porque, preguntaba ella, sabes tú de dónde vinieron los Selk'nam si ya poblaban el Onasín cuando Bucarest era apenas un pedazo de selva, si Berlín se hallaba durmiendo increado debajo de la tierra, y París continuaba siendo apenas una milenaria posibilidad del futuro? Y Roma una modesta cantera de piedra sin estirar ni volcar ni agrupar ni pulir? Y Atenas un lupanar olímpico donde fornicaban y se mataban exclusivamente los dioses? Pero Julio Popper, aberrante y limitado coleccionista de espacios vacíos y patrañas inutilizables, desoyó el llamado del canto, sólo escuchó la música de los dedos jóvenes hurgando en el ensortijado matorral de su pubis, en las inmediaciones de su renuente sembrador de muchedumbres, discreto y lacio, ignorante y ausente. Apenas percibió también la música del mar, el bramido del sol descascarando su piel, el pausado paso de la brisa, el agorero graznido de los cormoranes de mediatarde, el rugido caliente de los leones marinos. Una revelación jamás oída, un secreto que solamente puede revelarse cada diez milenios por sí mismo, una espléndida conseja de tal magnitud que ninguna biblioteca podría contenerla entera, y cuyo conocimiento hubiera bastado para justificar todas sus tropelías cometidas en Tierra del Fuego, acababa de cruzar junto a su cuerpo, y él no la escuchó, él no la vio, había bajado los brazos, había resblandecido el acecho, porque, contra su costumbre, dejó que sus ojos se cerraran en descampado, y que el más antiguo de los cantos terrestres pasara junto a su oído y se perdiera para siempre, recóndito e irrecuperable, porque se lo había tragado la oscuridad del sueño."  
         
 

Patricio Manns
Fragmento de "El Corazón a Contraluz"

 

     
 

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