La añañuca | ||||||
Oreste Plath | ||||||
La Añañuca es una flor típica de la zona norte de nuestro país, que crece específicamente entre Copiapó y el valle de Quilimarí, en la región de Coquimbo. Pocos saben que su nombre proviene de una triste historia de amor.. | |||
Cuentan que en tiempos previos a la Independencia, cuando el Monte Patria de la tierra alta todavía se conocía como Monte Rey, habitaba allí una flor de carne y hueso, una bella joven indígena de nombre Añañuca. Añañuca era tan hermosa que todos los hombres querían conquistarla, pero nadie lograba adueñarse de su corazón. Así transcurría el tiempo, hasta que un día, llegó al pueblo un joven minero, gallardo y buen mozo que pasaba por allí en busca de un tesoro. El joven quedó prendado de la belleza de Añañuca, y lo mismo le sucedió a ella con él. Los dos, perdidamente enamorados, decidieron unir sus vidas y vivieron felices durante un tiempo. Pero una noche, el joven tuvo un sueño en el que un duende le avisaba del lugar secreto donde se encontraba el tesoro que por tanto tiempo había buscado. A la mañana siguiente, el muchacho partió en su busca, sin avisarle a nadie, ni siquiera a su esposa. Pasaron los días, las semanas, los meses, y el joven minero nunca regresó. Se llegó a la conclusión que su joven esposo había sido víctima del espejismo de la pampa, o de algún temporal, causando su desaparición y presuntamente, su muerte. Con un dolor tan inmenso que no le cabía en el pecho por la pérdida de su amado, Añañuca perdió las ganas de vivir y finalmente, también murió. Un día de incansable y suave lluvia, los pobladores llevaron el cuerpo de la joven a su sepultura en un lugar de la montaña, pues pensaron que ella así lo hubiera querido. Pero al día siguiente, con la salida del sol, los mismos vecinos amanecieron y presenciaron un sorprendente suceso. El lugar del valle donde había yacido el cuerpo de la joven, estaba ahora cubierto por una abundante capa de hermosísimas flores rojas. Es por ello que la leyenda asegura que Añañuca se convirtió en flor, como un gesto de amor a su amado, pues de esta manera permanecería siempre cerca de él. Así fue que se otorgó, a esta bella y desconocida flor, el nombre de Añañuca, flor a la que actualmente también se le conoce como "flor de la sangre", tanto por su color, como por la tragedia y pérdida de dos jóvenes vidas.
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Una variación de esta leyenda cuenta que el joven era un soldado de origen español, que se enamoró de la princesa indígena a pesar de las barreras que les separaban, cautivado por su belleza. Una noche, soldados que desaprobaban la conducta del joven, lo siguieron hasta encontrar el lugar donde se veían a escondidas y lo apartaron del lado de la joven, dejándola inconsciente. Añañuca decidió ir tras su amado, pues sabía que se lo habían llevado por el desierto rumbo a Perú. Durante días, soportó el frío punzante de la noche y el insoportable calor del día, andando hasta que las piedras del camino le hicieran heridas en los pies, dejando a su paso, un camino de sangre. Nunca se rindió. Su sufrimiento era demasiado, pero seguía adelante, hasta que sus fuerzas la abandonaron y cayó sin vida en medio del desierto, en un lugar entre Copiapó y Vallenar. Cuentan que la arena y el viento envolvieron su cuerpo, y ese mismo año, ocurrió el milagro. Al llegar septiembre, el camino de sangre se había cubierto de flores rojas, a las que se les bautizó con el nombre de Añañucas. Así, la Añañuca, además de ser una flor única, bella y delicada, representa una triste leyenda pero a la vez una gran historia de amor.
Oreste Plath |
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